Juan Pablo
II es una vieja imagen televisiva, el anciano vestido de blanco que aglutinó a
mucha gente en la Plaza de la Revolución Antonio Maceo en 1998. Yo tenía
nueve años cuando el Mensajero de la
Verdad y la Esperanza marcó la historia de mi pueblo, aunque para mí solo
fue el dador de un día feriado. Tiempo después llegó Benedicto XVI, en el 2012
ya yo no era una niña, pero tampoco le presté mucha atención al Peregrino de la Caridad. Sin embargo,
algo diferente me ha pasado con la actual visita del Papa Francisco.
El Sumo
Pontífice fue partícipe y protagonista del mayor suceso –en mi opinión- de los últimos cincuenta años: el inicio del
diálogo entre los presidentes de Cuba y Estados Unidos, que conllevaría al
posterior restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambas naciones.
Su acto, casi milagroso, le mereció la gratitud y devoción de miles de cubanos
dentro y fuera de la Isla.
Desde
hace varios días, en mi ciudad, el Misionero de la Misericordia es la noticia
de la agenda pública. Católicos,
creyentes de otras denominaciones y hasta el más ateo hablan de este hombre con
ilusión, nos ha devuelto la esperanza.
Comparto
con ustedes algunas de sus reflexiones, cuya humanidad me llevan a admirarlo, y me atrevo a decir que ha sido el Sucesor de Pedro con mayor impacto en Cuba:
- Quien no vive para servir, no sirve para vivir.
- “¿Quién es el más importante? Una pregunta que nos acompañará toda la vida y en las distintas etapas seremos desafiados a responderla… La historia de la humanidad ha estado marcada por el modo de cómo se responde a esta pregunta. ¿Quién es el más importante?, Jesús es simple en su respuesta: “Quien quiera ser el primero, importante, que sea el último de todos y el servidor de todos”.
- “Jesús no le teme a las preguntas de los hombres; no le teme a la humanidad ni a las distintas búsquedas que esta realiza. Al contrario, Él conoce los ‘recovecos’ del corazón humano, y como buen pedagogo está dispuesto a acompañarnos siempre”.
- Jesús, “fiel a su estilo, asume nuestras búsquedas, aspiraciones y les da un nuevo horizonte. Fiel a su estilo, logra dar una respuesta capaz de plantear un nuevo desafío, descolocando ‘las respuestas esperadas’ o lo aparentemente establecido. Fiel a su estilo, Jesús siempre plantea la lógica del amor. Una lógica capaz de ser vivida por todos, porque es para todos.
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