Odio este silencio que indica tu ausencia, tanta paz me
llena de nostalgia. ¿Quién me despertará por teléfono a las 6:00a.m. para decirme que tengo
trabajo en el Partido dentro de una hora? ¿Con quién discutiré? ¡Ay, mi papá
adolescente, cosita púdica! Extraño tus abrazos sudorosos, los regaños y
gritos, las bromas, los escándalos, la ternura…
Ahora que la muerte nos distancia, tengo ganas de renovar
las broncas, de que me prohibas pedir la palabra en las reuniones,
andar con “tortilleras” y hablar de miembros impúdicos en mis escritos. Quiero
apreciar tu cabeza semicalva, limpiarte las orejas, decirte que “Yania es
demasiado mujer para ti” y que te ofendas.
Este domingo 30 de agosto será inolvidable, perdí a un amigo y a un
buen jefe, jodedor y vacilador como eras, auténtico. Tan jodedor
que te fajaste conmigo cuando no te quise dar mi número de móvil y mientras
esparcíamos tus cenizas en la playa Aguadores -como deseaste-, una ola me mojó
completa y mi hermoso BLU ahora no funciona, mas te perdono porque hay cosas
que valen más.
Durante tu despedida uno de tus vecinos me dio una lección: “La
vida es como un juego de dominó, a veces tienes todas las fichas para ganar y
alguien te cierra el juego, a José la muerte le cerró el juego”.
Entonces descubro que tu ausencia solo acabará
cuando ya yo no desande por los pasillos del periódico Sierra Maestra, cuando la memoria
me borre los lindos y malos recuerdos, cuando en otro sitio nos volvamos a
encontrar.
María de las Mercedes
Rodríguez Puzo
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