martes, 28 de julio de 2015

Tremendo sal pa´fuera



Extremadamente cansado venía Piti ese domingo. Había pasado todo el día en la playa Siboney, luego acompañó a su novia hasta la Terminal de La Habana, solo deseaba llegar a casa. Apareció el camión azul rumbo a Versalles, ¡REPLETOOO!, y se montó con esfuerzo –traducido en empuja al de al lado, deja que te pisen y repellen, acepta el sudor ajeno y acomódate como puedas-.

Cayó al lado de un hombre de unos cuarenta y pico de años, mestizo, bien vestido. El señor no lucía mal, pero algo en él le dio mala impresión a Piti. En la siguiente parada, mi joven amigo aprovechó el poco espacio que se abrió en el vehículo y se movió hacia el fondo.
Entre los saltos del camión por tantos baches en las carreteras santiagueras y el estupor característico de las camionetas atiborradas de personas, el chico se adormeció. Sintió una mano tocándole el bolsillo derecho. ¡Coño, me quieren carterear!, fue su primer pensamiento. Los dedos, muy hábiles, se deslizaron en busca de sus testículos y ¡zas!, le dieron un apretón de los que prenden e hieren.
Con un dolor más fuerte que el del alma, Piti gritó: ¡Maric…, qué haces! Y se armó tremendo sal pa´fuera. Todo el mundo le dijo atrocidades al hombre, quien alterado decía ¡Yo no hice nada, yo no hice nada! Pararon la camioneta y lo bajaron. Mi pobre amigo se quedó con sus testículos ultrajados e indefensos, víctimas del acoso sexual.
  María de las Mercedes Rodríguez Puzo

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