martes, 30 de junio de 2015

El medio del desenvolvimiento



Las gotas de sudor recorren todo mi cuerpo, mis ojos buscan alocados una sombra. ¡Que calor! Son las tres de la tarde, pésima hora para una entrevista. La calle Rastro es como el Sahara, sofocante –me imagino-. Una voz suave rompe mi estupor. “¡Dobla a la izquierda y sube!”, me volteó y ella está ahí, sin dientes, igualmente sudorosa.

Tendrá unos cincuenta años, es blanca, en extremo delgada, con el pelo corto y canoso. No lleva ajustador y sus senos cuelgan tras un vestido marrón con un tirante sujeto por un alfiler. Su imagen me oprime el pecho. Entonces ella sonríe y me dice que aún no ha tenido suerte.
¿Cómo?, le pregunto curiosa. “Todos los días salgo a trabajar pensando en el medio del desenvolvimiento y me lo encuentro. Miro hacia el piso, nunca al frente y aparece. De medio en medio puedo coger una guagua hasta mi casa en Altamira, las personas no los recogen cuando se les caen”.
Continúa a mi lado, ambas luchando contra el astro rey que arde en la tierra y sobre nuestras pieles. Me habla de la hija, que dejó vencer la dieta de la leche y ahora le toca a ella pelear en la Oficoda. Lleva dos meses sin trabajar por una operación de la vesícula, pero ya se dio de alta, no puede estar más así. 
Sostiene el monólogo con la vista en el suelo y ocurre el milagro, Patria y Libertad, la estrella solitaria ilumina su camino. El rostro descuidado esboza una sonrisa, recoge la moneda, extrae un monedero de sus senos y la coloca como el mayor tesoro. Admiro tanta fe, tanta voluntad para subsistir. A partir de ahora dejaré en la calle los medios caídos.
María de las Mercedes Rodríguez Puzo  

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