Higiene,
buena música y un aire acondicionado refrescante nos reciben, pero, qué
extraño: solo hay dos clientas tomando refrescos, quienes parten minutos después
de nuestra llegada. El local queda en la Avenida Victoriano
Garzón, muy próximo a Ferreiro, tan céntrico y prácticamente vacío un fin de
semana.
La
dependienta con trato afable nos ofrece la carta. Leemos el menú. ¿El filete
rebosado de qué es?, pregunta mi mamá. De pargo, contesta la chica. Pedimos
tres cócteles de camarones, tres filetes rebosados y un arroz a la marinera.
Lamentablemente,
escenas como estas ocurren casi a diario en un número considerable de unidades gastronómicas. Lo peor es que la mayoría de los ciudadanos no tenemos la
cultura de quejarnos, aunque llamando al administrador o escribiendo en el
Libro de Quejas y Sugerencias tampoco se resuelve nada.
El
personal se mantiene brindando un mal servicio y la
falta de correspondencia entre el gramaje y la calidad de los platos continúa.
Nadie escucha el clamor de los comensales.
Por
eso, la
Gastronomía Especializada Santiaguera acaba de perder tres
clientas, y La Reina
que siga sin trono y sin corona. Me mudo al sector por cuenta propia, donde los
precios son más caros, pero el servicio es ideal, la comida te llena y
satisface, y tratan a uno de señor y señorita como ocurre en los paladares Seducente,
Yanini´s Pizza, La Terraza
y Jardines.
María de las Mercedes Rodríguez Puzo
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