lunes, 13 de octubre de 2014

Espejuelos de color gris


Espejuelos de color gris: Visión del mundo que brinda la posibilidad de no considerar un problema lo que no tiene solución.
 Ernesto y Pili.
Ojo a los plagiadores: la definición anterior fue creada y acuñada por dos amigos a los que quiero mucho. Empleándola, ambos llevan una vida tranquila y desestresada, diferente a la mía que intento desacreditar el término. Quizás por eso me suceden cosas como ésta:
Domingo 8:00p.m. Parada de Micro 9 en el Distrito Urbano José Martí
Mi hermana Danelys, 25 personas y yo esperando algún transporte con destino al centro de la ciudad. Las guaguas desaparecidas. Arriba una camioneta, el machacante grita ¡Ferreiro!, Dane me mira dulcemente. “Coño negra, de ahí a la casa hay que echar, ya vendrán más”, le digo. Pasa el tiempo y nada, llega otra camioneta ¡Ferreiro dos pesos!, y yo solo tengo $3.
Domingo 9:17p.m. El mismo sitio
Mi hermana, pueblo cubano en parada combatiente –lo que se traduce en unas 200 personas- y yo. “Negra, hay que inmolarse o no saldremos de aquí. Démosle la puñalada a la gorda, cada una coge una moto y mi mamá las paga en la casa”. Los motores vienen llenos, tres pasan vacíos, paran. “Hasta Pedrera”, muy coquetas decimos. ¡Son $20! No, gracias, seguimos esperando.
Pienso en lo bien que me vendría encontrarme una botija de oro. Compraría tres camiones, tiraría pasajes en esta ruta, prestaría servicios las noches de domingo, cobraría $1.00CUP hasta Plaza de Marte y montaría gratis a mujeres embarazadas, madres con niños pequeños, discapacitados y viejitos. Una vez recuperada la inversión me haría de varias motos y sin importar el horario y la distancia dentro de la ciudad serían $10. Me convertiría en el Cristo del transporte público santiaguero.
Domingo 9:23p.m. Hay tanta gente que no se distingue la caseta de la guagua
Dane casi sentada en el bordillo, 600 personas más –algunos extrañamente piden el último para la 24-, y mis tripas sonando. Camión rojo a la vista. ¡Arriba Ferreriro! Corremos, empujamos, a codazos nos abrimos paso entre la multitud. Un espacito en el banco derecho, ¡Siéntate, negra! Me aprietan, sudo, alguien no se echó desodorante, menos mal que hoy no hay repelladores. Recuerdo a Pili y Ernesto, crece en mí una lucha interna. Saco unos espejuelos de color gris y me los pongo.
María de las Mercedes Rodríguez Puzo

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