En
mi penúltimo viaje a La Habana,
por cuestiones de trabajo visité un sitio que nunca imaginé me atraería tanto,
aún cuando su belleza e historias encierran la tristeza de perder a los seres
queridos: el Cementerio de Colón, la mayor necrópolis de Cuba.
Ubicado
en la Calzada
de Zapata y calle 12, en el municipio Plaza de la Revolución, ocupa 56 hectáreas
con 222 manzanas, 24,5 km de calles y avenidas, y 35 000m² de áreas verdes.
Declarado
Monumento Nacional en 1987.
Desde
el 2003 cuenta con una Sala de Arte Funerario.
El
30 de octubre de 1871, en ceremonia oficial, fue colocada la primera piedra de
su construcción. El arquitecto español Calixto de Loira y Cardoso estuvo a
cargo de los primeros pasos, tras su muerte le siguieron Eugenio Rayneri Sorrentino
y Félix Azúa.
Y cuenta la leyenda
La Milagrosa: A los ocho meses de
embarazo, Amelia Goyri falleció. Su esposo, José Vicente Adot, la visitaba en
el cementerio, tocaba con una argolla la bóveda para despertarla, le hablaba,
le llevaba flores y se retiraba en actitud de respeto. Se dice que al exhumar
su cuerpo tenía al bebé en los brazos. Hoy muchas personas le piden salud o
fertilidad siguiendo un ritual.
Capilla Lasa-Juan
Pedro Baró: Recoge la historia de una controvertida pareja de la sociedad habanera del siglo XX, ella estaba casada
cuando se conocieron, lograron que el Papa anulara el matrimonio y se casaron. Ella
murió en 1930 y Baró construyó una capilla donde se reproduce en la cenefa de
la portada la rosa Catalina Lasa, que se descompone sobre la bóveda cuando los
rayos del sol atraviesan los artísticos vidrios del ábside.
Les
invito a visitar este museo a cielo abierto, donde convergen arte, muerte e
imaginario popular.
María de las Mercedes Rodríguez Puzo
No hay comentarios:
Publicar un comentario