lunes, 13 de enero de 2014

Un museo a cielo abierto



En mi penúltimo viaje a La Habana, por cuestiones de trabajo visité un sitio que nunca imaginé me atraería tanto, aún cuando su belleza e historias encierran la tristeza de perder a los seres queridos: el Cementerio de Colón, la mayor necrópolis de Cuba.


Ubicado en la Calzada de Zapata y calle 12, en el municipio Plaza de la Revolución, ocupa 56 hectáreas con 222 manzanas, 24,5 km de calles y avenidas, y 35 000m² de áreas verdes.

Declarado Monumento Nacional en 1987.

Desde el 2003 cuenta con una Sala de Arte Funerario.


El 30 de octubre de 1871, en ceremonia oficial, fue colocada la primera piedra de su construcción. El arquitecto español Calixto de Loira y Cardoso estuvo a cargo de los primeros pasos, tras su  muerte le siguieron Eugenio Rayneri Sorrentino y Félix Azúa.

Y cuenta la leyenda
 
La Milagrosa: A los ocho meses de embarazo, Amelia Goyri falleció. Su esposo, José Vicente Adot, la visitaba en el cementerio, tocaba con una argolla la bóveda para despertarla, le hablaba, le llevaba flores y se retiraba en actitud de respeto. Se dice que al exhumar su cuerpo tenía al bebé en los brazos. Hoy muchas personas le piden salud o fertilidad siguiendo un ritual.

Capilla Lasa-Juan Pedro Baró: Recoge la historia de una controvertida pareja de la sociedad habanera del siglo XX, ella estaba casada cuando se conocieron, lograron que el Papa anulara el matrimonio y se casaron. Ella murió en 1930 y Baró construyó una capilla donde se reproduce en la cenefa de la portada la rosa Catalina Lasa, que se descompone sobre la bóveda cuando los rayos del sol atraviesan los artísticos vidrios del ábside.

Les invito a visitar este museo a cielo abierto, donde convergen arte, muerte e imaginario popular. 

 










 María de las Mercedes Rodríguez Puzo

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