Ante la pérdida de un ser querido la mayoría de los familiares suelen escoger el enterramiento como alternativa para disponer los restos del occiso. Hoy, frente a esta opción, una antigua tradición funeraria cobra auge: la cremación o incineración.
Santiago de Cuba se sumó el 7 de abril de 2013 a la larga lista de ciudades que practican la cremación de cadáveres en el mundo, con la inauguración del Crematorio Santiago. A muchos tal vez el proceso le parezca un poco abrupto, pero si ser incinerado era la última voluntad del fallecido y se cuenta con la aprobación familiar vale la pena conocer sus ventajas.
La incineración se realiza colocando el cadáver en un ataúd o recipiente apropiado para introducirlo en una cámara u horno de cremación, donde será expuesto a calor intenso. Por las altas temperaturas el tejido humano y su embalaje se reducen a cenizas y fragmentos de huesos. Después hay que esperar un período de enfriamiento, luego los restos son pulverizados en el triturador y colocados en ánforas. Estas cenizas están completamente libres de gérmenes, por tanto pueden ser mantenidas en la casa en una urna apropiada, esparcidas en el mar o en la tierra, y enterradas en un cementerio.
Además, evitan la producción de ciertos contaminantes ambientales generada a veces con el entierro tradicional. Con la incineración, tanto humana como animal, se eliminan posibles focos de infección, principalmente cuando la muerte se ha producido por enfermedades infecto-contagiosas. También impide el saqueo de tumbas, el robo de lápidas y de adornos funerarios de valor sentimental y material, frecuentes en algunos cementerios.
De igual modo, los parientes se ahorran gastos posteriores en el cuidado y mantenimiento de las tumbas. En la actualidad apenas se han construido camposantos en varias décadas, ni siquiera se han ampliado mucho los existentes, por lo que la disponibilidad de nuevos lotes de tierra para la construcción de bóvedas es nula. Un espacio normal para una tumba ocupa 4 pies x 8 pies, 32 pies cuadrados en total. Si a esto se suma el trance doloroso que representa la inhumación para los familiares, en la que se inhuman cinco cadáveres en cada fosa común, y en cada exhumación se extraen los cinco, el mismo día; veremos que los procesos de cremación son limpios, eficientes y relativamente rápidos.
Se conoce que los australianos cremaban sus difuntos hace 20 000 años, y en la provincia de Wales, en el Reino Unido, la incineración era muy popular desde antes de Cristo. Los japoneses para el 1867 promulgaron una ley donde la cremación era obligatoria para aquellos que habían muerto por enfermedades infecciosas. La primera persona cremada en América fue el Coronel Henry Laurens, miembro del “Staff” de George Washington, en 1792.
En Cuba se está desarrollando una cultura de
cremación, que inició con la inauguración en el 2005 del Crematorio de Cadáveres
de Guanabacoa, en Ciudad de La Habana; instalación que en el año 2011 incineró 5 579 fallecidos. La capital cuenta además con un incinerador de restos óseos en el legendario Cementerio de Colón.
Se prevé que el Crematorio Santiago, ubicado en el kilómetro 10 de la carretera Central, trabaje 24 horas y atienda ocho cadáveres por día, con un tiempo de incineración de tres horas por occiso. Los familiares contarán con prestaciones de cafetería, ofrenda floral y venta de ánforas. El proceso de cremación tendrá un valor de $340 en moneda nacional que incluye el traslado del cuerpo desde el hospital hasta el centro, y la urna.
El servicio no será exclusivo de la población santiaguera,
también se ofrecerá para los habitantes de las provincias Granma y Guantánamo,
ésta última en proceso de construcción de su crematorio. A la novedad se suman por
estas fechas Holguín, Camagüey y Mayabeque.
María de las Mercedes Rodríguez Puzo
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