viernes, 30 de septiembre de 2016

Nadie puede salir




Seis jóvenes gritan que ¡Nadie puede salir de una caja que flota en el vacío mientras se desintegra rodeada de aguas albañales! La caja es sinónimo de isla, nación, pueblo, sangre, salud, cultura, deporte, es sinónimo de molde y el molde es la simple reproducción de la materia.

He aquí una de las subtramas de El Deseo (otro panfleto escénico), obra que en estos días exhibe el Cabildo Teatral Santiago. Escrita y dirigida por Juan Edilberto Sosa, a cargo del Grupo de Experimentación Escénica La Caja Negra, la pieza resulta amena, polémica y transgresora.
Un bien logrado documental sobre Santiago de Cuba, con imágenes de los años 60 del pasado siglo, abre la puesta. La cuna del primer son cubano “La Mateodora” y de la tumba francesa con negros franceses nacidos aquí, la tierra de Antonio Maceo, se cuestiona 26 de Julio o solo 26.
Temas como el heroísmo, la homosexualidad y la identidad se fusionan con la sátira, movimientos eróticos, canciones patrióticas y de la música tradicional para remitirnos a individuos obsedidos en la búsqueda diaria de alimento, que escasas veces llegan a preguntarse ¿Quiénes son?, ¿Quién soy?
La peste, esos olores humanos que no dejamos de emanar aunque nos bañemos con jabón nacional, logra adueñarse eficazmente de la escena, recalcando que muchos prefieren morir asfixiados en otra peste.
Textos de Hamlet, José Martí y Nicolás Guillén también están presentes, más cercanos a nuestra realidad que las noticias internacionales de Radio Reloj, todas malas, bueno, el mundo anda muy mal; pero estamos a salvo, Cuba ostenta avances en todos los renglones económicos y sociales –eso dicen las noticias-.
Un hombre azul con sueños y deseos malogrados, piensa en las palabras de su madre “Pasarás por la vida sin saber que pasaste”. ¿Puede un hombre común deshacerse de la suciedad?
Un hombre sin color observa la marcha monótona de títulos de oro y exclama “A veces pienso que en este país la gente solo se ríe”.
Un hombre rojo grita “Correr, correr, la palabra es un impulso, vivimos de correr. ¿Es conformarse la tarea?”
Y al final un cierre simple: Friedrich Nietzche y su frase ¡Volveos duros!
Solo reclamo a esta obra el perfeccionamiento actoral de algunos de sus intérpretes y el total dominio del texto.

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