Seis jóvenes gritan
que ¡Nadie puede salir de una caja que flota en el vacío mientras se desintegra
rodeada de aguas albañales! La caja es sinónimo de isla, nación, pueblo,
sangre, salud, cultura, deporte, es sinónimo de molde y el molde es la simple
reproducción de la materia.
He aquí una de las
subtramas de El Deseo (otro panfleto
escénico), obra que en estos días exhibe el Cabildo Teatral Santiago. Escrita
y dirigida por Juan Edilberto Sosa, a cargo del Grupo de Experimentación
Escénica La Caja Negra, la pieza
resulta amena, polémica y transgresora.
Un bien logrado
documental sobre Santiago de Cuba, con imágenes de los años 60 del pasado
siglo, abre la puesta. La cuna del primer son cubano “La Mateodora” y de la
tumba francesa con negros franceses nacidos aquí, la tierra de Antonio Maceo,
se cuestiona 26 de Julio o solo 26.
Temas como el
heroísmo, la homosexualidad y la identidad se fusionan con la sátira,
movimientos eróticos, canciones patrióticas y de la música tradicional para
remitirnos a individuos obsedidos en la búsqueda diaria de alimento, que
escasas veces llegan a preguntarse ¿Quiénes son?, ¿Quién soy?
La peste, esos olores
humanos que no dejamos de emanar aunque nos bañemos con jabón nacional, logra
adueñarse eficazmente de la escena, recalcando que muchos prefieren morir
asfixiados en otra peste.
Textos de Hamlet,
José Martí y Nicolás Guillén también están presentes, más cercanos a nuestra
realidad que las noticias internacionales de Radio Reloj, todas malas, bueno,
el mundo anda muy mal; pero estamos a salvo, Cuba ostenta avances en todos los
renglones económicos y sociales –eso dicen las noticias-.
Un hombre azul con
sueños y deseos malogrados, piensa en las palabras de su madre “Pasarás por la
vida sin saber que pasaste”. ¿Puede un hombre común deshacerse de la suciedad?
Un hombre sin color
observa la marcha monótona de títulos de oro y exclama “A veces pienso que en
este país la gente solo se ríe”.
Un hombre rojo grita
“Correr, correr, la palabra es un impulso, vivimos de correr. ¿Es conformarse
la tarea?”
Y al final un cierre
simple: Friedrich Nietzche y su frase ¡Volveos duros!
Solo reclamo a esta
obra el perfeccionamiento actoral de algunos de sus intérpretes y el total
dominio del texto.
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