Estas son vivencias ajenas que sus protagonistas han decidido compartir, podrían haberle ocurrido a cualquier habitante de Santiago de Cuba…
Mi hermana
Yoli debía extraerse una tumoración en el hospital Oncológico Conrado Benítez. La
acompañé junto a mi otra hermana, Yusi. Yoli entró al salón de cirugía y el
doctor nos recomendó esperar en el lobby. Cuando vi los asientos nuevos y
tantas personas de pie me dije “Aquí hay gato encerrado”.
Yusi se acomodó
en el sofá e inmediatamente se le acercó el encargado de seguridad o custodio y en buen tono le pidió
por favor pararse del mueble porque eran de adorno y no para sentarse. Bastante
impulsiva, mi hermanita dijo Cómo?, y el hombre repitió el discurso,
acción que la enojó más. “Pero cómo va a hacer que en un hospital donde la
gente enferma espera su turno para la consulta y le acompañan sus familiares,
usted me diga que los asientos son de adorno”, contestó exaltada sin levantarse.
El tono de
Yusi atrajo la atención de un directivo: “Mire, joven, los asientos son para los
familiares de personas fallecidas, entienda que ahí no se puede sentar.” Ella le respondió: “!Ah, tengo que venir entonces con un cartel que diga Se
me murió un familiar!”.
María de las Mercedes
Rodríguez Puzo
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