Pregunté la dirección y al mirar la loma súper empinada que
debía subir, estuve a punto de maldecir a varios santos por la sección Geriatría
que cubro en el periódico. “Un domingo a las 11:14a.m. yo andar en estas, mira
que dejo pasar carretas y carretones”.
Toda sudada llegué a la casa de la señora que cumplía cien
años y me encontré tremenda fiesta. Salieron los hijos a recibirme, de inmediato
sentí ese calor que distingue a los santiagueros del resto del mundo.
“¿Qué va a tomar, periodista? Tenemos crema de vie, vino,
cerveza dispensada y ron del bueno, nada de bájate
el blumer ni chispa´etren”, me dijo la nieta al frente de la
repartidera. Ahí reafirmé que el cubano
cuando no llega se pasa, me trajeron un vaso desechable repleto de crema de
vie.
Hice la entrevista, las fotos y hasta luego, ya me voy, pero no me dejaron salir. “Quédese a almorzar, ahora la cosa se pone
buena”. Que va, tengo cosas que hacer y es una fiesta familiar. “Mire, no tenga pena, le echamos más agua a
la sopa si no alcanza y donde comen dos, comen tres”. A tanta insistencia….
La cosa se empezó a poner caliente, llegaban gente y más
gente, casi el pueblo cubano en marcha combatiente metido en una casita de
6x4m². Se fueron agrupando por afinidad, los tíos borrachines le chupaban
el rabo a la jutía en el patio, las viejas de la familia cuchicheaban en la
sala, los jóvenes dentro de un cuarto jugaban con un celular, y yo, pegada a la
cocina, escuchando los cuentos de la buena pipa.
Un señor bastante sonado se acerca a una muchacha de treinta
y tantos años. Fulana, ¿todavía sin
marido? Te vas a quedar para vestir santos. -Evaristo, gira que te noto fijo-, contesta media disgustada. El
hombre insiste en el tema.
-Que te compre quien no te conozca,
el burro diciéndole guatacú al conejo. A ti no te he conocido mujer, querida ni
enamorada y para colmo vives de la picada-, dice la chica más acalorada. Mima, al menos yo le he dado fuego a la lata, te lo digo por tu bien.
Si no
terminan el quítame la pajita y la echadera
de chaqueticas terminará esto como la
fiesta del guatao, pienso. Pasan una botella de ron y enseguida bajan los humos.
Fue más rollo que película.
Se nubla el cielo y grita la dueña de la casa: Candy, pon la yagua antes que caiga la gotera.
San Pedro abrió la pluma y llovió a cántaros, mas siempre que llueve escampa y la pachanga acabó con la calabacita.
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