De pequeña mi mamá me llevaba allí.
El sitio me parecía un hormiguero inmenso, las personas iban de un lado a otro,
perdiéndose entre los departamentos, y en el centro del salón de espera los
rayos del sol atravesaban el techo de tejitas verdes plásticas transparentes.
Hoy paso por Calle J # 1,
entre 1era y 2da, en el reparto Sueño, y siento tristeza al verlo, lleva años
cerrado por reparación -desde el 2004 para ser exactos-. A veces escucho el ruido de la barrena y las voces de los constructores, a veces los escombros
acumulados en la puerta de salida, que da para calle I, me obligan a descender
de la acera.
Es probable que mi
nostalgia sea compartida, buena parte de la población santiaguera mayor de
quince años visitó el imponente edificio al menos una vez en su vida. Me
refiero al Laboratorio Provincial de Higiene, Epidemiología y Microbiología
(LPHEM), institución que cumplió este 2 de enero 52 años de fundada.
Por iniciativa del gobierno
revolucionario se creó el LPHEM en 1962, siendo el primer laboratorio
microbiólogo, farmacéutico y veterinario en el Oriente del país, anteriormente
la mayoría de las muestras se analizaban en La
Habana.
Desde sus salones, los especialistas
santiagueros enfrentaron la fiebre tifoidea, la meningitis meningoccócica,
enfermedades diarreicas agudas, la rabia y la leptospirosis, cuando las
epidemias causaban numerosas muertes en la población infantil. Asimismo hacían
todo tipo de exudados, tests y pruebas.
Además, el recinto estuvo entre los
primeros centros nacionales en asumir el diagnóstico y pesquisa masiva del VIH
y las hepatitis virales; incluso, en 1997 fue la primera institución cubana,
fuera de la capital, encargada del análisis serológico del dengue.
Curiosamente, no es solo la
relevancia del LPHEM en materia de salud lo que hacen del sitio un baluarte, también se
destaca por su arquitectura y la historia que encierran sus paredes.
"Este edificio es propio del
Art Decó, tendencia que entró en nuestro territorio en la década del 30. La
construcción del local comenzó en 1933 y aunque no hallamos los planos
originales suponemos que formara parte de un plan de obras públicas, y los
propietarios de la Fábrica
de Coca Cola contribuyeran en ella", explicó Jorge Luis Cedeño,
inversionista de Salud Pública.
El local se utilizó de primera
intención como un balneario público, al que vecinos y asiduos llamaban Los Bañitos. Luego fungió como Salón o Dispensario Antituberculoso,
propiedad de los doctores Enrique y Luis Mariano Venzan; allí se tiraban placas
de rayos X, y se consultaba a los individuos que iban a remitir a los
hospitales La Esperanza y Ambrosio Grillo.
En 1959 pasó al Departamento de Microbiología, y dos años después se
convirtió en el LPHEM, como lo conocemos. Con el paso del tiempo y la carencia de reparaciones se deterioró, lo cerraron y distribuyeron a sus trabajadores por diferentes laboratorios de la ciudad. Sin embargo, su reconstrucción avanza a paso de tortuga. ¿Entienden ahora mi nostalgia?
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