Ir a cualquier reunión del sector estatal donde se analicen resultados económicos o prestación de servicios -con bastante frecuencia- es como imbuirse en el cuento “La culpa es de la vaca”.
Si usted
no ha tenido la oportunidad de leerlo le comento que trata de una investigación
realizada por un consultor extranjero a representantes de artículos colombianos
de cuero, debido a que sus productos eran de muy baja calidad y se vendían a precios excesivamente caros. Todos los entrevistados
afirmaban ¡La culpa no es nuestra!, y expiaban sus fallas en los demás, hasta que el
consultor concluyó que los productores colombianos de carteras de cuero no podían
competir en el mercado ¡porque sus vacas son
estúpidas!
Quizás
usted se pregunte cuál es la relación de la historia con las citas mencionadas y
justo está dada en las explicaciones ante los incumplimientos, algunas
lógicas y entendibles, otras sin adjetivos para describirlas.
En cierto espacio donde estuve se habló de un faltante alto en la entrega de un producto
importante. La exposición de la responsable fue la siguiente: “A algunas
tiendas se les dio mucho y a otras poco”. ¿Para qué existen las listas de distribución?
Dudo que
todas las vacas sean estúpidas, estoy segura de que en muchas hay
conveniencia, comodidad y hasta etcétera…
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